lunes, 22 de diciembre de 2014

El origen del movimiento obrero en l'Hospitalet (y alrededores)

PRIMEROS PASOS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN BARCELONA Y EN L'HOSPITALET

I

"En los últimos veinte años se ha observado un enorme desarrollo de la investigación sobre la historia de la clase obrera. Emprendidas desde perspectivas diversas y dirigidas a aspectos muy diferentes de la vida de la clase obrera, estas investigaciones han generado de manera inevitable resultados divergentes y controversias entre especialistas. Sin embargo, hay un acuerdo casi universal sobre un punto: los artesanos cualificados, y no los obreros de las nuevas industrias fabriles, dominaron el movimiento obrero en las primeras décadas de la industrialización. En Francia, Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos, en huelgas, movimientos políticos y estallidos de violencia colectiva, se encuentran una y otra vez los mismos oficios habituales: carpinteros, sastres, panaderos, ebanistas, zapateros, albañiles, impresores, cerrajeros, etc. El movimiento obrero del siglo XIX nació en el taller artesanal, no en la oscura fábrica satánica." (SEWELL, W. Trabajo y revolución en Francia, 1992, pàg 15)

He querido comenzar este artículo con tan larga cita porque creo que muestra claramente cual es la línea del mismo. El movimiento obrero nació y se desarrolló con los trabajadores organizados en oficios y a partir de su pasado gremial. Dos son los factores que pueden explicar este hecho, la experiencia positiva que tenían los trabajadores de esa tradición y el hecho de que los gremios fueran la forma asociativa que conocieran, porque, al fin y a la postre, lo más importante era estar asociado. Experiencias que demostraban la importancia de la asociación y asociaciones que permitían tener experiencias positivas: éste será el motor del inicial movimiento obrero. Yo creo que a lo largo de este estudio se mostrará que el elemento clave del movimiento obrero es la organización de los obreros, que éstos eran conscientes de ello y que defendieron el derecho a asociarse y a sus asociaciones con uñas y dientes. La forma de asociarse ya se fue creando en cada momento.   

Ahora que, como en las décadas de 1840 y 1850, se están produciendo importantes cambios sociales, con la aparición de sectores como los "chavs" (¿aquí serían los "canis"?) o "el precariado", es más pertinente que nunca plantearse como lo hicieron hace dos siglos, por si nos sirviera de algo.

II

Sabemos poco del mundo de los gremios, corporaciones, cofradías y organizaciones de este tipo en l'Hospitalet y los pueblos de su entorno alrededor de 1800. En el país existían gremios y cofradías de oficios que estaban vinculadas a las parroquias y realizaban actividades religiosas y festivas, por un lado, y benéficas y solidarias por otro. En l'Hospitalet sólo tenemos la noticia de que existía una organización denominada Altar de San Isidro, cuya junta directiva pedía en mayo de 1825 permiso para "tirar al blanco" en el marco de "la funcion de Iglesia que se acostumbra en los demas años al Patron S. Isidro"[i].

Alrededor del año 1830 surgieron dos tipos de conflictos en el mundo del artesanado. Por un lado, el gremio de tejedores de lino se quejó de que surgían manufacturas que realizaban su actividad fuera de las ordenanzas que ellos marcaban, y pedían al Gobierno que se sometieran a su control. El Gobierno contestó con un informe de la Comisión de Fábricas (la patronal de entonces) que calificaba tal propuesta de "preocupaciones añejas y rancias antiguallas" contrarias al progreso, basado en el crecimiento de la producción. Por otro lado, en el sector en que se estaban desarrollando, principalmente, las nuevas formas de producir, el tisaje del algodón, los trabajadores carecían de organización gremial. Y, gracias, en parte, a ello, los patronos empezaron a alargar las piezas de tela por las cuales pagaban una misma cantidad a los trabajadores. Las quejas de estos últimos no se hicieron esperar. (REVENTÓS, M. Assaig sobre alguns episodis històrics dels moviments socials a Barcelona en el segle XIX, 1925, pàg 15-20).

III        

El movimiento obrero catalán nació a lo largo de la década de 1830, la época en la que el liberalismo se impuso, llevándose por delante los restos de las reglamentaciones sociales y económicas relacionadas con el mundo gremial que afectaban a las actividades productivas. La libertad económica fue impuesta mucho antes y con mayor profundidad que la libertad política.

El Barcelonès vers 1845
Los artesanos que empezaron a organizarse a lo largo de aquella década lo hicieron imitando la forma organizativa que conocían y que sabían que había sido eficaz. Las nuevas sociedades de obreros partían de la experiencia de los gremios y corporaciones. Por ello eran de oficio y de localidad y por ello tenían un componente mutualista tan grande. Pero lo que tenían claro aquellos artesanos era que había que estar organizados[ii].

Las organizaciones obreras de los años 30 se tuvieron que mantener en la clandestinidad hasta que encontraron finalmente una vía legal para manifestarse públicamente: en febrero de 1839 se aprobó una reglamentación sobre sociedades de auxilio mutuo, por lo que aparecieron algunas de ellas en los meses siguientes, las cuales, actuaban en más de una ocasión como sociedades de resistencia y de defensa de intereses de clase frente a los empresarios[iii]. Es decir, las organizaciones o bien ya existían o bien se fueron creando, pero emergieron con aquella forma mutual porque la ley sólo lo permitía así, pero también porque la ayuda mutua era una de las actividades más importantes de las mismas, como lo había sido de gremios, corporaciones, etc.

En los meses siguientes, a partir de 1840, al amparo del nuevo régimen progresista, aparecieron en Barcelona las primeras asociaciones explícitamente obreristas legales de toda España, compuestas, en principio, por los tejedores de algodón, el oficio que estaba sufriendo más la ofensiva de comerciantes, fabricantes y burgueses diversos que impulsaban el capitalismo. En enero de 1841 ya existía una Junta Central que reunía a los obreros de diferentes oficios (tejedores, zapateros, tintoreros, hiladores, impresores, carpinteros, etc...)[iv]. Estas sociedades reivindicaban la negociación colectiva y los convenios por oficio, en los que se reglamentaran salarios dignos, jornadas más reducidas, etc. Es decir, nos encontramos con unas entidades muy parecidas a lo que hoy llamamos sindicatos.

Sin embargo, el mutualismo no se abandonó, todo lo contrario. De hecho las organizaciones sindicales tenían una mutualidad asociada, o viceversa. Además, cuando la evolución política se iba poniendo fea para el movimiento obrero y las sociedades de resistencia eran ilegalizadas, la forma de la mutualidad era la única posible, y no siempre, para mantenerse público.

En este contexto, en septiembre de 1842, se aprobó la creación de una "asociación de beneficencia mutua formada por varios vecinos"[v] de l'Hospitalet. Ha de tratarse, de una asociación de este tipo, formada, muy probablemente por los tejedores manuales de la localidad. De que es una mutualidad obrerista, podemos tener pocas dudas, pues la forma organizativa de la mutualidad, según la bibliografía consultada y las fuentes archivísticas, sólo la utilizaban en ese momento las sociedades obreras, a diferencia de lo que ocurrirá diez años después. Para afirmar que la formaban tejedores manuales, tenemos tres argumentos: que era uno de los oficios más importantes entre los artesanos/obreros de l'Hospitalet, que pocos años más tarde nos encontraremos con una sociedad de tejedores en la localidad y que era el oficio entre el que más se difundió el asociacionismo obrero en el ámbito catalán.

IV

Los tejedores de la localidad eran de dos tipos. La mayoría eran propietarios del telar y trabajaban para comerciantes de Barcelona que les proporcionaban la materia prima. Los tejedores cobraban por medida de tela tejida y los comerciantes eran propietarios del producto final. Este sistema productivo, que disolvió el marco de relaciones gremiales e indica la imposición de las relaciones sociales capitalistas, se dio en toda Europa y se conoce como "sistema doméstico". El segundo tipo de tejedores eran los meros jornaleros de unas factorías o locales, conocidas como "manufacturas", en las que el comerciante barcelonés tambíén ponía el telar. De este tipo existía una en Collblanc en la década de 1840, con una treintena de telares, y otra en la década de 1850, con unos 30 jornaleros[vi]. Se trata de los antecedentes de las fábricas y en Barcelona ya existían desde el s. XVIII.

La cantidad de tejedores manuales hospitalenses es difícil de determinar, pues las diferentes fuentes de que disponemos son, a veces, contradictorias. Todo parece indicar que entre 1830 y 1865 los tejedores del primer tipo, arraigados en el pueblo, eran alrededor de una treintena, mientras que los obreros de las manufacturas, probablemente forasteros, pudieron ser puntualmente, alrededor de 1850, más de cincuenta. Lo que es evidente es que el colectivo padeció la crisis de 1866 y desapareció en la década de 1870 cuando se instalaron en Sta. Eulàlia las primeras industrias de hilatura y tisaje mecánico de algodón y cuando los empresarios del tisaje manual trasladaron la actividad hacia pueblos alejados de Barcelona, en busca de mano de obra más barata[vii].

V

A finales de 1842 y 1843 se produjeron en Barcelona sendas revueltas populares de grandes dimensiones, que fueron la culminación de ocho años de extraordinaria movilización popular [viii]. El movimiento obrero organizado participó en el desarrollo de estas sublevaciones democráticas, jacobinas, con unas alternativas políticas y sociales al liberalismo muy profundas. Sólo el cruento bombardeo de la ciudad, ordenado por Espartero y Prim, respectivamente, pudo sofocarlas.

Bombardeo de  Barcelona de 1842, ordenado por Espartero.
En la revuelta de 1842 hubo una importante intervención de un grupo de hospitalenses, coincidiendo con la legalización de la mutualidad obrera, cuyos miembros, no es difícil de imaginar, eran activistas políticos y milicianos nacionales.

La cavalleria és obligada a fugir pels revoltats al carrer Nou de la Rambla en la revolta de 1842.
En 1843 los moderados, liberales conservadores, protagonizaron su Termidor a la española, y arrebataron el poder a los progresistas, inaugurando una década en la que predominó una política social represiva y totalmente favorable a los grandes propietarios de la tierra y la industria. Las sociedades obreras fueron semitoleradas y sometidas a un estricto control policial y fueron rehaciéndose en la clandestinidad como pudieron.

El fenómeno más importante del asociacionismo popular de estos años es la eclosión de montepíos y corales, a partir de 1851, aprovechando una brecha en la monolítica legislación de la época. De los primeros, en l'Hospitalet se crearon dos en 1851 y 1852, de S. Antonio de Padua y S. Antonio Abad, respectivamente, a los que se unió en 1855 un tercero, de S. Isidro[ix]. Todo parece indicar que estas entidades sólo recogieron la vertiente estrictamente mutualista de las experiencias anteriores. Lo que conocemos de ellas se limita a la recaudación del dinero de los socios para proporcionar asistencia médica y pensiones en caso de enfermedad, y a su gran interés en participar dignamente en las procesiones y actos religiosos. Nada más, desde el punto de vista del movimiento obrero, y nada menos, desde el punto de vista de la capacidad de autoorganización de la sociedad en unos momentos en los que el Estado era un ave de rapiña que no ofrecía ningún servicio.

También en 1851 se autorizó la coral "El Llobregat", uno de los primeros coros de Clavé. En aquel momento Clavé llevaba diez años de activismo en los grupos políticos más avanzados, incluyendo las primeras formas de socialismo que llegaron a España, el del francés Cabet. Es significativo que uno de los lugares donde antes prendieran sus propuestas fuera l'Hospitalet. Este hecho revela que existía un sustrato ideológico y organizativo procedente de la etapa anterior, que se mantenía vivo y que volvería a manifestarse muy pronto.

           
LA HUELGA DE OCTUBRE DE 1853

Pero las siguientes manifestaciones de movimiento obrero de la ciudad surgieron de una dinámica relacionada, pero diferente a los procesos descritos. De hecho, lo que ocurrió fue que la Bordeta, arrabal de Sants, creció e invadió el término municipal de l'Hospitalet, y el obrerismo de Sants, el más activo en estas décadas después del barcelonés, llegó a lo que administrativamente pertenecía al pueblo de al lado.

En octubre de 1853 se produjo la primera huelga obrera de l'Hospitalet de la que tenemos constancia. El día 13, el alcalde de l'Hospitalet comunicaba al comandante de la guardia civil de Sants que el propietario del "Prat dels Mahons"[x], José Poch, "teme que los trabajadores que trabajan en dicha fabrica promuevan algun desorden con los que han entrado de nuevo" y siguiendo las intrucciones que tenía le informaba para que interviniera en auxilio del mencionado encargado.[xi]

Es el primer documento de una serie, que nos informa de la primera huelga obrera que ocurrió en l'Hospitalet, y el que nos indica el principal motivo de la misma, la contratación de nuevos trabajadores. Por documentos posteriores sabemos que la huelga se produjo el 15 de octubre y que la realizaron 22 trabajadores: Joaquin Bayól de St Martí, Jaime Monjota y Jaime Parera de Barcelona, Carlos Ferrés y Mariano Rafolí de Hostafrancs, Ramiro Marti, Juan Xamero, Jorge Maroto, Antonio Esteve, Enrique Solanes, Jaime Puigdengolas, Agustin Nonell, Jose Sarda y Juan Costa de Sants (Bordeta en otros documentos), y Jose Ventura, Antonio Ventura, Juan Sanchez, Magin Clota, Jose Batlle, Ramon Ordal, Jaime Batlle y Juan Puyol de l'Hospitalet.[xii]

La maquinaria represora del flamante Estado liberal, en concreto el "negociado" de "Policía fabril" del Gobierno provincial, se puso en marcha inmediatamente y a los dos días se había impuesto una multa de diez reales a los huelguistas. A aquellos que no la pudieran pagar, cosa que no sería extraña en una multa un poco superior a un jornal en unas personas que vivían en el límite de la supervivencia, se les detendría durante un día.[xiii]

La represión quedó al cargo del ayuntamiento hospitalense, al que debían presentarse los infractores. Por las diligencias efectuadas, sabemos que unos días más tarde, uno de ellos estaba preso, y que 18 más seguían buscados.[xiv]

Pero el 26 de octubre el Gobernador de la Provincia, M. Ordóñez, escribía al Alcalde de l'Hospitalet lo siguiente: 
"Por conducto fidedigno ha llegado á mi noticia que los trabajadores que abandonaron la fábrica de Don José Poch sita en el termino de ese pueblo en el punto llamado de Mahons insultan y amenazan á los nuevos operarios, atemorizandoles de tal modo que algunos de ellos se han retraido yá de acudir al Establecimiento. Decidido á no tolerar tamaños abusos, y á que recaiga sus autores el condigno castigo, encargo á V. que practique las mas esquisitas diligencias para averiguar quien sean y proceder á su captura; en el concepto de que le ecsige la mas estrecha responsabilidad de cuanto ocurra, asi como si deja de remitirme presos á cuantos hayan contribuido a cometer semejante desacato."[xv]
En los días siguientes la investigación del caso recayó en el Fiscal militar de Barcelona, que citó a Poch y a otras personas relacionadas con la empresa en la que se produjo la huelga, así como requirió información al ayuntamiento sobre alguna de ellas.[xvi] Lamentablemente no tenemos más información en torno a la resolución de este conflicto.

En resumidas cuentas, tenemos un conflicto laboral provocado y atizado por la contratación de nuevos trabajadores, que los más antiguos rechazan con fuerza y hasta violencia. Es una situación muy frecuente, que ocurrió centenares de veces fuera y dentro de l'Hospitalet  y que casi siempre, o siempre, responde a unas mismas causas: unos obreros, habitualmente asociados, plantean unas reivindicaciones al patrono, el cual responde contratando a otros trabajadores, antes o después de que los primeros se hayan declarado en huelga, que hacen de esquiroles y permiten al empresario ignorar las reivindicaciones que le habían planteado.

Paralelamente, la vigilancia sobre las demás empresas se incrementaba. La tensión social de aquellos meses provocaba que las instituciones gubernamentales estuviesen cada vez más vigilantes. En enero de 1854, la Subsecretaría de vigilancia del Gobierno Provincial escribía al alcalde de l'Hospitalet una carta con el calificativo de "reservada", en la que le pedía una estrecha y diaria vigilancia de los trabajadores de las obras del ferrocarril que se estaban realizando en ese momento en su término municipal, especialmente de las altas y bajas, como si estuvieran buscando fugitivos, "sirviendose V. darme conocimiento desde luego de cuanto ocurra procurando que al efecto se ejerza entre ellos una vigilancia esmerada y secreta"[xvii]. Tanto se esmeró el ayuntamiento en su tarea policiaca que la compañía de ferrocarriles se quejó que tal exceso de celo había provocado la paralización de las obras en dos ocasiones.[xviii]


LA HUELGA GENERAL DE 1854

La situación de tensión mencionada estalló el 23 marzo de 1854 con una huelga de tejedores en las dos grandes empresas textiles de Sants, el "Vapor Vell", de Joan Güell y "La España Industrial". El paro se fue extendiendo por otros oficios y localidades, en la que ha sido calificada como la primera huelga general de Cataluña.[xix]El 31 de marzo, el alcalde escribía al gobernador: 
"Nada alarmante ha ocurrido hasta ahora en este distrito municipal, pero puedo asegurar á V. E. sé por desgracia se presentan algunos de esos malevolos que tratan de alterar la paz y sosiego de que afortunadamente disfrutamos y que aun recuerdan con horror las vicisitudes sufridas en los pasados disturbios."[xx] 
Gracias a esta misiva sabemos que la huelga se extiende desde Sants mediante piquetes, y que con anterioridad hubieron "disturbios que se recuerdan con horror" en relación a la cuestión obrera. Es probable que se refiera a episodios del conflicto del Prat dels Mahons que desconocemos. Las autoridades amenazaban y, como siempre, recurrieron al ejército para imponer el orden, su orden. El comandante del Regimiento de infantería de Navarra nº 25, de Sants, le decía al alcalde de l'Hospitalet, el 2 de abril:
"Procurará V. S. Hacer comprender á la gente trabajadora, que no oyré reclamacion alguna que no la hagan ya desde sus talleres, y el que no concurra á ellos será considerado como vago, y en su consecuencia preso como se ha hecho yá con muchos de la capital y embarcados en buques de guerra para ser transportados lejos de este pays. Si en el dia de mañana no concurrieran los trabajadores á la Fabricas hará V. S. que los dueños le den relaciones de los que han faltado con espresión de su estado domicilio y Pueblo de su naturaleza y desde lugo dispondra V.S. que todo trabajador que (?) por las calles sea preso y conducido a la Ciudadela."[xxi]
Hasta el último día de la huelga, el 3 de abril, estuvieron llegando activistas que mantenían la coordinación de la misma, lo que delata una organización obrera importante, cuyas ramificaciones llegaban a l'Hospitalet[xxii], donde los trabajadores de la más importante fábrica de entonces, "La Aprestadora Española, S.A.", acabada de inaugurar, se habían sumado a la misma.[xxiii]



Plano de 1861 donde se aprecia como el crecimiento de Sants ha llegado a l'Hospitalet. La Aprestadora está señalada.
La huelga de marzo-abril de 1854 (consultad la tesis de Joan Fuster a partir de la página 390) se extendió por l'Hospitalet y muchos otros lugares, a pesar de que las consecuencias eran bastante terribles: la deportación o las mazmorras de la Ciudadela. De la misma forma que la movilización obrera nos llegaba de Sants, algunos hospitalenses que trabajaban en la localidad vecina eran activos militantes obreristas. Es el caso de Baudilio Poch, residente en la calle de Santa Eulalia, quien fue encausado por la Comisión Militar como uno de los promotores de la huelga.


EL MOVIMIENTO OBRERO DURANTE EL BIENIO PROGRESISTA

I

En julio de 1854 un pronunciamiento militar quitaba a los moderados del poder y ponía a los progresistas, inaugurando un bienio de dominio político de estos últimos. En principio, los progresistas tenían un talante más permisivo y receptivo en relación a las asociaciones y reivindicaciones populares de todo tipo, pero cuando éstas llegaron a ciertos puntos, su actuación no se distinguió en mucho a la de los moderados.

En julio, coincidiendo con el cambio político mencionado, las huelgas se reprodujeron en sesenta fábricas, y entre aquel mes y noviembre se llegó a un acuerdo, basado en el reconocimiento del derecho de asociación, la negociación colectiva y los jurados mixtos y las mejoras concretas para cada oficio, como aumentos de sueldo, reducción de la jornada (para los tejedores quedó en 69 horas semanales), prohibición de las "selfactinas" (unas máquinas que dejaban en el paro a muchos hiladores), etc.

En toda la segunda mitad del año 1854, el Capitán General Ramón de la Rocha estuvo a la defensiva y, como hemos señalado, tuvo que transigir con la mayoría de las reivindicaciones obreras, en un contexto marcado por una terrible epidemia de cólera. Las legalizadas, desde septiembre, asociaciones obreras crearon un órgano superior, la Unión de Clases (en aquella época, clase significaba oficio), que luego, en enero de 1855, se convirtió en Junta Central de Directores de la Clase Obrera. Hasta mediados de 1855 los bien organizados obreros se enfrentaron con éxito a los cada vez más desbordados empresarios, cuyas respuestas fueron paulatinamente más débiles. En octubre de 1854 aún tuvieron fuerzas para realizar un cierre patronal, que, según el ayuntamiento hospitalense, provocó el hambre entre los jornaleros. [xxv]

II

En este contexto, se produjo otro conflicto laboral en "La Aprestadora Española, S.A."[xxvi], del que tenemos alguna información. De hecho, conservamos dos versiones del mismo. La pimera es la de Tomás Serra, concejal de l'Hospitalet, que afirmaba:
 "El Abajo firmado certifico como el fabricante S. D. Jose Poch llamó á sus trabajadores a mi casa la noche del cuatro de nove. de 1854, los cuales habian desamparado su trabajo por el motivo de trabajar dia y noche y no poder ganar su sustento: el cual delante de mi quedaron convenidos en trabajar once horas todo el año, con el semanal de 16 pesetas. Prometiendoles qe. no se vengaria de ningun trabajador, ni tomaria ningun otro qe. no fuese de la sociedad; siendo asi qe. ahora trata de quitar todos los asociados y poner otros que no lo sean, no habiendo faltado ningun trabajador á su obligacion."[xxvii]
La segunda es la de José Poch, ahora director de la empresa que compró la suya meses atrás y con experiencia en estos temas, que decía: 
"Que Tomas Serra es jornalero, inquilino de D. Jose Poch á quien está debiendo tres meses de alquiler. Que no hubo el contrato que refiere dicho Serra; sino puramente lo siguiente: los trabajadores dela fabrica de la Sociedad la Aprestadora Española cuyo director es el Sor. Poch, trabajaban á destajo y ganaron semanalmente mas de quince pesetas inclusa la temporada del colera: despues dijeron que querian trabajar á jornal y unicamente ocho hora y media: entonces fue llamado el Sor Poch, que se resistió á tal exijencia, para una conferencia puramente privada y amistosa, en la cual se fijaron once horas de trabajo y nada mas, sin que se contratase por un año ni por tiempo fijo, y sin que se obligase Poch á no tomar ningun trabajador que no fuese de la sociedad, pues unicamente expresó el Sor Poch que le era indiferente que perteneciesen á ella. Así las cosas y despues de haber transcurrido algunas semanas, el Sor Poch tomo un mayordomo y un muchacho nuevos, y entonces uno delos trabajadores dijo que todos ellos se marcharia si no se despedia al mayordomo y muchacho citados, como realmente lo ejecutaron. Por tal causa el Sor Poch ha tomado gente nueva que trabaja á su completa satisfaccion, y me ha manifestado que por lo mismo no considera que haya ninguna desavenencia pendiente ni nada que arreglar" [xxviii]
Estas declaraciones se realizaron a petición del gobernador civil Ciril Franquet, que pedía al ayuntamiento que interviniera y que mediara para solucionar el conflicto. Gracias a ellas podemos reconstruir el planteamiento del mismo, pero, finalmente, no sabemos nada de su resolución. También nos permite, estoy convencido, reconstruir la huelga de octubre de 1853, pues casi se repiten los protagonistas y el escenario. Las piezas de los puzzles de las que disponemos coinciden en ambos casos, por lo que lo que sabemos de más de uno de ellos nos ayuda a entender el otro. Unas demandas laborales son planteadas por los trabajadores, previamente organizados y asociados, y se llega a un acuerdo con el patrono o directivo, el cual, para debilitar a los trabajadores, contrata a otros que no estaban asociados. La respuesta de los primeros es ir a la huelga.

Es destacable la conciencia que tenían los trabajadores de las empresas del sector del blanqueo y apresto del textil de Sta. Eulàlia de la importancia y la eficacia de la sociedad obrera. En este sentido, debemos recordar que la mayoría de ellos eran de la Bordeta y del resto de Sants, lugares que se habían manifestado como los más combativos del incipiente movimiento obrero catalán y español. Conviene insistir aquí en que el barrio de Sta. Eulàlia surge en torno a 1850, cuando el crecimiento de la Bordeta a lo largo de la carretera supera el límite municipal. Y ese movimiento obrero blandía el derecho de asociación como la primera de sus reivindicaciones, porque ya tenía muy claro que era casi una condición indispensable para poder elaborar y pedir las siguientes.

III

También en ese contexto de aceptación por parte de las autoridades progresistas del movimiento obrero y hasta de implicación en la mediación de los conflictos laborales, el 23 de marzo de 1855, se celebró una reunión entre la Junta y los dirigentes de las asociaciones de tejedores de casi 40 localidades, entre las que se contaba l'Hospitalet. De esa reunión surgió el acuerdo que tres comisiones de obreros recorrerían los pueblos de la provincia donde hubiera tejedores manuales para "anivelar, en union con los señores fabricantes, el precio que debe pagarse por canas la mano de obra."[xxix]. En la línea conciliadora mencionada, Franquet escribía a los alcaldes para que ayudaran a los comisionados y contribuyeran al "buen éxito en tan recomendable obgeto; procurando el restablecimiento de la buena Armonia entre ambas clases"[xxx]. L'Hospitalet era, pues, uno de los 40 pueblos y ciudades de la provincia de Barcelona que tenía en aquel momento una asociación de tejedores manuales.

Esta asociación era descrita por el alcalde, a petición del gobernador civil, en julio de 1856, de la siguiente manera:
"Con carácter de sociedad de operarios de fábrica no existe ninguna en este pueblo, solo si una reunion de 12 ó 20 tegedores de algodón que se ausilian mutuamente; pero que carecen de fondo alguno. Con todos esos individuos puedo contar por hallarse empeñados en el sosten del órden, del trono de nuestra Augusta Reyna q.D.g. y de la Constitucion, siendo cuasi en su totalidad individuos de la benemerita M.N. de este pueblo."[xxxi]
IV

Pero la situación de ofensiva obrera no podía ser admitida por la burguesía y, como siempre en estos casos, recurrió al ejército. El nuevo Capitán General, Juan Zapatero, reorganizó la reacción. Impuso el estado de guerra y, el 21 de junio de 1855, prohibió las asociaciones obreras y decretó la pena de muerte para los agitadores obreros, a los que se equiparaba con los carlistas (hoy dirían que son ETA, o terroristas de otro signo). 


Bando del 21 de junio, con el significativo título de "A la clase obrera"
El 2 de julio los obreros de Barcelona y alrededores, Igualada, Vic, etc., fueron a la huelga. En Sants fue muerto el fabricante y político Josep Sol i Padrís. Aquella tarde una multitudinaria manifestación llegó al Pla de la Boqueria con una bandera roja con esta inscripción "Viva Espartero. Asociación o muerte. Pan y trabajo". La huelga duró hasta el día 11, cuando un emisario de Espartero llegó de Madrid con promesas vagas. El balance de la huelga fue más bien negativo para los obreros, que desde ese momento tuvieron enormes dificultades para desarrollar su derecho a asociarse, verdadero caballo de batalla del momento. A partir de julio de 1855 fue el obrerismo el que se encontró a la defensiva.

Amparándose en las promesas del gobierno se intentó explotar la vía institucional y se tiró adelante una campaña de recogida de firmas en apoyo a una Exposición presentada por la clase obrera a las Cortes Constituyentes redactada por Pi i Margall. En dos meses se recogieron 33.000 firmas, de las cuales 22.000 lo fueron en Cataluña. Las reformas sociales demandadas quedaron encalladas en los debates y comisiones parlamentarios en los meses siguientes.

Pi i Margall
En noviembre de 1855 se volvieron a producir conflictos en La Aprestadora. De los mismos apenas nos han quedado cuatro cartas, que nos informan que tres obreros de esa empresa se dirigieron al Gobierno civil con una solicitud, sin duda pidiendo su ayuda y mediación como hiciera una año antes. El Gobierno civil informa al ayuntamiento y le ordena que recabe información de las diferentes partes y elabore un informe. Como vemos, parece una repetición de los hechos de los meses anteriores. El director de la fábrica argumentó que llevaba un mes en el cargo y que "ignoraba quienes eran los sugetos que la firmaban [la solicitud] e ignoraba si el tal caso había sucedido"[xxxii].

De las siguientes semanas conservamos dos citaciones judiciales a personas vinculadas con La Aprestadora[xxxiii]. Parece tratarse de una queja de unos trabajadores despedidos por un motivo sindical. El "caso" pudiera ser un conflicto laboral, si no, no hubieran recurrido al gobernador civil para denunciar su situación, y el hecho de que el nuevo director no les conociera puede deberse a que fueran despedidos antes de su llegada. En cualquier caso, parece un ejemplo más de cómo encaraban el movimiento obrero las autoridades progresistas, escuchando a los trabajadores después del conflicto pero sin poner soluciones reales.

En julio de 1856 la reacción conservadora empezó a movilizarse. El Gobernador civil envió un oficio a los ayuntamientos para saber como estaba de organizada la clase obrera en cada localidad, pues sabía que el obrerismo podía ser uno de sus principales apoyos o enemigos. El alcalde de l'Hospitalet le respondía con la carta reproducida en la cita xxxi: "con todos esos individuos puedo contar".[xxxiv]
En aquel mismo mes los progresistas eran sustituidos en el gobierno de Madrid por los moderados. Narváez volvía y Espartero volvía a irse. Las tropas del Capitan General Zapatero tuvieron que emplearse a fondo para aplastar los importantes núcleos de resistencia popular al cambio de régimen en Barcelona y localidades de su entorno (así como en Tarragona, Reus, Vic, etc.). Bien podemos imaginar que alguno de esos tejedores manuales de los que hablaba el alcalde de l'Hospitalet participaron en esos enfrentamientos.

Concluímos el texto con una imagen de las "fábricas satánicas" que decía Sewell en el párrafo con el que hemos comenzado. Una pintura poco conocida que me impresionó en el Museo de Oviedo. Será el escenario de buena parte del movimiento obrero en las siguientes décadas.

Después de una huelga, José Uría y Uría (1895). 

[i] Arxiu de l'Hospitalet "Varis s. XIX"
[ii] "Las luchas que el proletariado industrial llevó a cabo en la época estudiada [1830-1857] iban encaminadas a conseguir tres aspiraciones fundamentales, un salario adecuado a sus necesidades mínimas, reducción de la duración de la jornada de trabajo y la seguridad en la ocupación. De forma secundaria se interesaban por la reglamentación del trabajo de las mujeres y los niños, las condiciones higiénicas de los lugares de trabajo, etc... Pero por encima de todo luchó por conseguir el derecho de asociación -como hemos visto durante este periodo las asociaciones estuvieron casi siempre prohibidas- ya que se creía que ésta era la única panacea para conseguir sus aspiraciones." IZARD, M. La Revolución industrial en España, 1968, pàg. 231-232
[iii] BENET, Josep i MARTÍ, Casimir. Barcelona a mitjan segle XIX. El moviment obrer durant el bienni progresista (1854-1856), Bercelona, Curial, 1976, pàg. 220
[iv] Id, 222
[v] AH "Correspondència 1842"
[vi] AH "Matrícula industrial 1836-81", "Correspondència 1858" y "Foment i varis: 1840-1880"
[vii] En La Federación, diario obrerista, se escribió el 25 de diciembre de 1869: "son muchos los fabricantes de tejidos á la mano que trasladan sus fabricaciones de una poblacion á otra, con el pretesto de querer proteger la poblacion donde van á establecerse, siendo así que no es mas que para rebajar mas y mas el precio de la mano de obra..."
[viii] Hay que tener en cuenta que Barcelona tiene el récord mundial de levantamiento de barricadas. Sólo en el periodo 1835-1843 se produjo alrededor de una decena de revueltas, motines o "bullangas".
[ix] AH "Governació s. XIX-XX"
[x] El Prat dels Maons era uno de los diversos prados de indianas que existían en la Marina hospitalense. Estos prados eran extensiones en las que se tendían al sol las indianas, piezas de algodón ya tejidas, para que se blanquearan. Sabemos que existía en 1829 y que en 1841 lo compró José Poch, que instaló calderas para el blanqueo.
[xi] AH "Correspondència 1853"
[xii] Id.
[xiii] Id.
[xiv] Id.
[xv] Id.
[xvi] Id.
[xvii] AH "Correspondència 1854"
[xviii] Id.
[xix] v. BENET i MARTÍ: op. cit., pàg. 235 y IZARD: op. cit., pàg. 236.
[xx] AH "Correspondència 1854"
[xxi] Id.
[xxii] Id
[xxv] Id.
[xxvi] La Aprestadora Española compró el Prat dels Maons en noviembre de 1853, y comenzó su producción a las pocas semanas. Hasta que cerró en 1868, fue la industria más importante de l'Hospitalet. Además, fue la primera industria de la que tenemos la certeza que utilizó máquinas de vapor en la localidad.
[xxvii] AH "Correspondència 1854"
[xxix] BENET y MARTÍ: op. cit., pàg. 637.
[xxx] AH "Correspondència 1855"
[xxxi] AH "Correspondència 1856"
[xxxii] AH "Correspondència 1855"
[xxxiv] AH "Correspondència 1856"

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